Si bien hay 42,1 millones de personas por fuera de la pobreza energética, todavía quedan 9,6
millones en esta condición
La pobreza energética en la zona rural remota es 11 veces la de los grandes centros urbanos
(47,9% vs. 4,3%).
Promigas presentó los resultados del Índice Multidimensional de Pobreza Energética, IMPE, el primer reporte de este tipo en el país. Esta contribución se hizo dado que las metodologías oficiales de medición de la pobreza como el Índice de Pobreza Multidimensional y la Línea de Pobreza Monetaria no incluyen de manera explícita la dimensión de energía y su relación con el bienestar.
El índice desarrollado por Promigas y su Fundación e Inclusión SAS, y discutido con por expertos del sector se estructuró bajo un enfoque amplio de bien-estar que involucra cuatro dimensiones:
1. Acceso y calidad de la energía; 2. Vivienda funcional y liberadora de tiempo; 3. Aprender y Comunicarse; y 4. Territorio equipado para
el Bien-estar.
Este importante estudio revela que casi 1 de cada 5 personas se encuentra en situación de pobreza energética
(18,5 % de la población de Colombia). Y si bien hay 42,1 millones de personas por fuera de la pobreza energética,
todavía quedan 9,6 millones en esta situación. El estudio también resalta que además del desafío en privación
de energía, también existe el desafío de brindar acceso a los bienes públicos y privados que permiten usar esa
energía como medio para las realizaciones humanas.
Al respecto, el presidente de Promigas, Juan Manuel Rojas, manifestó que “Hace sesenta años, la mayoría de
los colombianos no tenían acceso ni a electricidad ni a una fuente de energía adecuada para cocinar. En la
actualidad, la mayoría de los hogares cuentan con estos servicios. Sin embargo, persisten desafíos importantes:
asegurar, además del acceso, una buena calidad, aspecto en el que existen grandes desigualdades; conseguir
que el 9,7% de la población colombiana que aún cocina con leña disponga de un energético adecuado para
cocinar y proporcionar los medios para que más hogares y personas tengan acceso a dispositivos y otros medios
para transformar la energía en bien-estar.»
Aunque se ha avanzado en materia energética ―Colombia tiene una de las mejores coberturas de acceso a
energía de la región (97 % en energía eléctrica y 70 % de gas natural) ―, el IMPE visibiliza los retos que aún
enfrentan esos 9,6 millones considerados como pobres energéticos en materia de acceso y calidad: el 8 % no
tiene energía eléctrica, el 61,8 % vive en municipios con mala calidad de este servicio y el 47,4 % cocina con
leña, carbón y desechos.
Otros resultados para destacar del IMPE
El IMPE muestra que la pobreza energética en la zona rural remota es 11 veces la de los grandes centros
urbanos. Casi la mitad de los habitantes de municipios remotos, el 47,9%, se ubican en esta situación. En
contraste, solo el 4,3% de las personas en grandes centros urbanos son pobres energéticos.
Sin embargo, las brechas del IMPE entre departamentos son mayores que las observadas según el grado de
urbanización. Mientras que Quindío, San Andrés, Bogotá y Valle del Cauca registran una pobreza energética por
debajo del 4%; Vichada, Vaupés, Guainía y La Guajira muestran incidencias por encima del 70 %. La mitad de los
pobres energéticos se localizan en Córdoba, Nariño, Magdalena, Bolívar, La Guajira y Cauca. Esto sugiere que la
estrategia de reducción de pobreza energética debería ser diferencial por departamentos.
Los resultados de la descomposición del IMPE esbozan una agenda de reducción de pobreza energética en
Colombia que involucra un componente de acceso y calidad a la energía adecuada (electricidad y gas natural),
un componente de otros bienes y servicios públicos (conectividad a internet y acceso de energía y gas a
equipamientos sociales de cuidado a la primera infancia) y un último componente de capacidad de pago para
bienes durables como lavadora, computador o tablet.
El IMPE muestra la relevancia del gas natural en una agenda de reducción de pobreza energética. Mientras
que el porcentaje de pobreza energética de la población que no cuenta con gas natural es 44,5%, el de los
hogares con gas natural es 6,6%. Así mismo, el gas natural también es importante porque su acceso está asociado
a la tenencia de dispositivos que transforman la energía en bienestar (como la estufa y el calentador de agua).
Es decir, tener gas natural no solo es un rasgo frecuente de los no pobres energéticos, sino que incluso los
pobres energéticos que tienen gas natural están mucho más cerca de abandonar esta condición.
Esta medición complementa los índices oficiales de pobreza en Colombia, además es de fácil comprensión y da
cuenta de los diferentes sectores que están involucrados en la pobreza energética. Tiene como ventaja que
permite identificar a las personas que no pueden desarrollar actividades humanas básicas que usan como medio
directo a la energía, y que no están siendo observadas por las medidas de pobreza monetaria y multidimensional.
Esto permitirá focalizar el diseño de acciones por departamento, sector y población, contribuyendo a la meta de
cero pobreza energética.
Por ejemplo, para el diseño focalizado de políticas públicas, la estrategia de reducción de pobreza energética
debería ser diferencial por departamentos: mientras que hay unos departamentos que demandan una
estrategia enfocada en el acceso a energía adecuada y de calidad, en una modalidad que podría llamarse de
primera generación (por ej. Córdoba, Sucre, Bolívar, La Guajira, Magdalena, Tolima, Casanare y Caquetá); los
demás entrarían en estrategias de segunda y tercera generación conforme la importancia de las demás
dimensiones que tienen foco en dispositivos para transformar la energía en bien-estar o en equipamientos del
territorio. Esta medición es un insumo valioso para que, desde la academia, el sector priva
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